Nuestros mediocres versos no pueden evitar nada. Ciegos y torpes, ni siquiera tendrán el futuro encanto de la profecía, ese calor de taza de café que descubre el que lee su propio tiempo en las palabras más ingenuas de sus mayores.
Elena García de Paredes
Nuestros mediocres versos no pueden evitar nada. Ciegos y torpes, ni siquiera tendrán el futuro encanto de la profecía, ese calor de taza de café que descubre el que lee su propio tiempo en las palabras más ingenuas de sus mayores.
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