Alfonso Díez, patrón de los funcionarios, ruega por nosotros.
Libéranos de los sótanos llenos de legajos,
de la amargura del café a media mañana,
de las Jefas de Negociado.
Ruega por nosotros, líbranos
de la grisura de los archivadores y el verde pardo de los expedientes,
de los ácaros y de las solteras.
Líbranos, señor
Aboga por nosotros.
Concédenos sexenios.
Regálanos moscosos.
Intercede, Alfonso, ante instancias superiores
para que ganemos el cielo de una justa jubilación.